Durante mucho tiempo viví atrapada en una jaula invisible: el miedo al rechazo, el temor a fallar, la
angustia de no encajar.
Intentaba ser todo lo que los demás esperaban de mí. Observaba cómo otros emprendían, hablaban,
creaban, y en lugar de inspirarme, me perdía tratando de imitarlos. Me convertí en una versión
editada de mí misma, como un “copy-paste” de todo lo que veía allá afuera. Pero por dentro… me
sentía vacía.
Algo en mí anhelaba más. Más verdad. Más alma. Más conexión.
Estaba en un proceso de sanación. Aprendiendo a sostener mi voz. A nombrar lo que sentía. Fue en
ese camino cuando asistí a un evento donde una presentadora llegó con botas rockeras, desafiando
todas las expectativas. Hablaba, se equivocaba, se reía de sus errores… y sin embargo, su
autenticidad me envolvió.
No intentaba ser perfecta. Era real. Y eso fue lo más poderoso.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía respirar. Que no tenía que esconderme. Que yo
también podía ser suficiente siendo simplemente yo.
En paralelo, estaba dándole forma a mi podcast, y alguien me dijo: “piensa en un nombre corto, que
conecte, que lo diga todo con pocas palabras”.
Y empecé a buscar. Pero ningún nombre me sonaba propio… hasta que un día, salí a caminar. Solo
quería despejar mi mente. Mientras caminaba, escuchaba un podcast donde hablaban de lo mucho
que, como sociedad, hemos perdido la autenticidad. Y de cómo, en el fondo, todos anhelamos volver
a eso: a lo simple, a lo humano, a lo verdadero.
Ahí, algo hizo clic.
“La Magia de Ser Real.”
No era solo un nombre. Era un recordatorio.
Era mi historia. Y también la historia de muchos.
Porque ser real no es debilidad. Es un acto revolucionario. Es sanar. Es emprender desde el alma.
Es construir sin máscaras. Es permitirnos equivocarnos, aprender, reinventarnos… y aún así
avanzar.
Es tener el valor de decir: “Esto soy. Y desde aquí, puedo crearlo todo.”